Lobo hombre en Puertollano
Éramos chavales de los Salesianos, condecorados con las costras heroicas de porrazos en monopatines naranjas, traficantes de cintas piratas de juegos de Spectrum y de cómics de Batman, cuando escuchamos por primera vez “Lobo hombre en París” en la radio de aquellos salones recreativos junto a La Gamba.
Corría el año orwelliano de 1984. Sí, el año de ‘Stranger Things’. Y de las guerras. La guerra de Afganistán, la guerra fría, la guerra de las galaxias, la guerra de la droga. El imaginario juvenil impulsado por las feromonas a toda pastilla se excitaba en una orgía inocente y tontorrona de sangre y sexo. Creímos entonces, aterrorizados por las pesadillas de Freddy Krueger y de Jason, el destripador de jóvenes concupiscentes de Viernes 13, que el Dennis de la canción de La Unión no era un pobre lobo parisino convertido en hombre, sino el alter ego patrio de la horrible transformación en licántropo de Michael Jackson en el vídeo de ‘Thriller’, que una noche dejó pasmada a toda España y sin poder dormir a la mitad de la chavalería.
El pop elegante de La Unión llegó a nuestras vidas preadolescentes en plena edad del pavo. Y qué pavo señores. Soñamos con ser tan irresistibles para las nenas como Rafa Sánchez y su mirada rasgada en el Puertollano de la movida, en las angustiosas tardes de domingo previas a un examen de matemáticas, cuando el único refugio, aburridos en un merendero de los Pinos, era encerrarse en el coche, apartar de un manotazo las cintas de Julio Iglesias y poner en el radiocasete a Alaska y Dinarama, Mecano, David Bowie o Frankie goes to Hollywood.
La música, la aventura y las pelis de terror y fantasía marcaban aquella primera juventud. La cara nos ardía leyendo durante horas el Señor de los Anillos. Los benditos sábados desayunábamos churros con Nesquik mientras por la tele escuchábamos a Santiago Auserón en ‘La Bola de Cristal’. En las excursiones con los curas nos partíamos de risa con las ocurrencias de Siniestro Total. En el antiguo mercadillo de Puertollano, en el desaparecido paseo de la Avenida de Ciudad Real frente a la estación de autobuses, compramos las casetes con las soberbias bandas sonoras de ‘Los Cazafantasmas’ y ‘La Historia Interminable’; y en la tienda de música de Simago mirábamos de reojo, con remordimientos de pecador pero sin saber muy bien por qué, la lencería de Madonna en la portada del vinilo del ‘Like a Virgin’.
Puertollano estaba en todo lo suyo pero a nosotros, casi niños, aún no nos había llegado la hora. En el Paseo, Juanito medía los tres duros de kikos como un brujo en el corazón de la jungla, y con ellos nos solazábamos mientras jugábamos al pinball y al Space Invaders o hacíamos cola a las puertas del cine Calatrava o del Córdoba para acompañar a Indiana Jones en su descenso al templo maldito y al joven Bastian en su odisea junto a Atreyu por las maravillas de Fantasia.
Rafa y la música de la Unión siguieron acompañándonos en aquel proceso de cambio de piel hacia la amistad, el amor y el pop. Los discos posteriores nos trasladaron por primera vez a Berlín bajo la lluvia y a las promesas de aventura caribeña de Maracaibo. En Madrid los escuchamos en plena taquicardia de alcohol y tabaco, en los antros y cervecerías de la glorieta de Bilbao y de los bajos de Moncloa. Y Rafa siempre estuvo ahí mucho después, en los conciertos de ferias y festivales revival de toda España, evolucionando siempre en su sonido y en sus propuestas musicales.
No hace muchos pudimos disfrutar de su directo en Puertollano con motivo del Festival Ochentero celebrado en mayo de 2019, justo antes de que el mundo cambiara de nuevo hacia una senda más oscura, aterrorizado por una amenaza biológica que dejó en cuentos de viejas los horrores infantiles de ciencia ficción, y que propició la separación de La Unión y el distanciamiento de Rafa Sánchez y Luis Bolín.
Pero Rafa regresa ahora al Puertollano Winter Festival tras casi 40 años de carretera, como el viejo colega que nunca falla. A buen seguro nos acompañará de nuevo por Sildavia, entre flores raras al este del Edén. Y el público, esa comunión de damas y caballeros del Winter Festival, lo celebrará con el marchamo de una ruta sentimental colectiva, sin nostalgia o quizá solo la justa, en la reafirmación de lo que se ha vivido con honor y emoción.
Santos González Monroy - @santosgmonroyPeriodista y editor de www.miciudadreal.es